¿Cómo ha podido ocurrir?
los efectos devastadores dE SER EXTREMO en la alta sensibilidad
Hablando de lo que pasa cuando somos extremos en la alta sensibilidad,
Os comparto la foto del ficus que ha pasado un año y medio viviendo en casa.
Os aseguro que sí, que era un ficus pequeño,
aunque ahora parezca una herramienta de labranza.
Estaba frondoso, verde, con muchas hojas verdes brillantes y abundantes ramas fuertes y esbeltas.
Estaba muy orgullosa de su lozanía, ya que el cuidado de las plantas no es algo que se me dé especialmente bien por los motivos que más adelante descubrirás.
Siempre lo regaba con mucho cuidado, apenas necesitaba agua, sólo mucha luz, y el ambiente cálido y luminoso del baño con claraboya era perfecto.
Me encantaba observarlo mientras me lavaba la cara o los dientes.
Disfrutaba de ese verdor casi exultante que desprendía.
Cada hoja tenía sus matices de verde diferentes, pero en conjunto era de un verde casi perfecto.
Desprendía energía y serenidad a la vez.
La cuestión es que, tras dos semanas con mucho trabajo y cansancio…
se me olvidó echarle agua, la poca que necesitaba,
y PARA COMPENSARLO porque sus hojas estaban mustias,
lo metí debajo de la ducha…
Fueron pocos segundos,
pero lo suficiente para acabar con él.
Semanas después empezaron a caerle las hojas,
muchas…cada vez más.
Las ramas fuertes y esbeltas se quedaban secas y solas.
Parecía un esqueleto.
Tras quedarse casi sin hojas, pensé…
”… y si le voy quitando las ramas, le irán saliendo más fuertes” …pero no.
El tronco empezó a arrugarse y se quedó blando por dentro.
Tenía que aceptarlo.
Mi precioso ficus estaba muerto.
No había ya esperanza de recuperación y me vino a la mente la de veces que este proceso me había ocurrido con personas, animales y actividades en el pasado.
Comencé a recordar las situaciones en las que mi NECESIDAD DE CUIDADO o PROTECCIÓN me llevaba a la preocupación extrema y sentir profundamente la emoción de miedo incontrolable.
Otras situaciones en las que mi NECESIDAD DE DESCANSO O DESCONEXIÓN me llevaba a la despreocupación extrema y a sentir la emoción de culpabilidad en su máxima expresión.
Y así, pasando del blanco al negro me encontraba.
AHORA VIVO EN EL GRIS,
aunque el ficus me ha recordado
que aún tras todo un proceso de trabajo personal,
mi naturaleza hace que tienda a los EXTREMOS en algunas ocasiones,
y que es algo que debo seguir trabajando siempre,
en lo que tengo que poner MÁS CONSCIENCIA.
La emoción de culpabilidad es algo que se expresa frecuentemente en esos casos:
“por sentir que no se ha trabajado lo suficiente,
por no haber estado tan pendiente y con la energía necesaria,
por tener la sensación de no haberlo hecho suficientemente bien,
por no haber cuidado lo necesario o no saber hacerlo mejor”…
…todos esos pensamientos llevan a realizar conductas compensatorias que acababan en tragedia o provocan consecuencias no deseadas.
Es muy habitual que las PAS seamos muy de extremos, y esa dificultad para equilibrar entre preocupación y desconexión, nos pueda llevar a:
1. Amistades que se pueden deteriorar por «profundizar demasiado en sus problemas», como si eso pudiera ayudarles más, a pasar al extremo de no escucharles por saturación y desconectarnos cuando los escuchamos hablar,
incluso de forma inconsciente.
2. Parejas a las que podemos agobiar por estar demasiado pendiente de sus necesidades y otras veces no hacerles ni caso porque necesitamos alejarnos y estar solos, resintiendo la relación por la falta de comunicación y los silencios infinitos.
3. Mascotas a las que engordamos demasiado por “ceder” a sus deseos de más comida, a tomar la decisión de ponerlos a régimen de comida saludable y hacerles que hagan más ejercicio físico.
4. Limpiando más horas, y más a fondo de lo necesario, si hemos estado varios días sin limpiar ni ordenar, a postergar tareas que requieren un orden o limpieza, y que al acumular, se nos hacen infinitas y acabamos exhaustos de tanto caos.
5. Estando más tiempo y con más frecuencia, de lo que nuestro cuerpo tolera, en actividades sociales porque hemos estado un tiempo sin ganas de salir y socializar, llevándonos a sobre estimularnos, y a volver a necesitar aislarnos (perpetuamos el círculo vicioso de salir-encerrarnos).
6. Dedicarles todo nuestro tiempo libre a nuestros hijos, olvidando nuestras necesidades de autocuidado, porque nos sentimos mal al no haber estado lo suficientemente presentes o haberles dedicado todo el tiempo que necesitan cuando hemos estado cansados o desbordados por el trabajo. Y pasamos de eso, a de nuevo, desconectarnos de ellos, a saturarnos con la más mínima demanda y a estresarnos en su presencia.
7. Trabajamos, trabajamos y trabajamos en una tarea en concreto de forma muy intensa, con mucho hiperfoco, y después acabamos tan cansados que nos pasamos varios días sin poder trabajar o rindiendo muy por debajo de nuestras capacidades por agotamiento.
8. Nos cuidamos a diario con alimentación saludable, dormimos genial, ejercicio, mindfulness, y llega un día que tenemos muchas horas de vida social o un viaje con muchos cambios y estímulos, y el estrés y la sobreestimulación nos provoca mucha ansiedad y nos comemos todo lo que nos sienta mal, no dormimos, no tenemos energía para hacer ejercicio físico ni relajación y comenzamos con síntomas físicos: dolores de cabeza, de estómago, musculares…un largo etc…que nos lleva a un bucle infinito.
Y así, una larga lista de actividades compensatorias que se realizan para poder sentir que se es esa persona perfecta, capaz, responsable, que :
“creemos ser o debemos ser”.
La cuestión es…
¿Qué pasa en nosotros para que seamos tan extremos?
¿Por qué es tan común en las personas que tenemos el rasgo de Sensibilidad de Procesamiento Sensorial, estar de un extremo a otro, y no en el punto de equilibrio?
La elevada reactividad emocional y la facilidad para saturarnos, tanto socialmente como a nivel de estimulación sensorial, provoca una dificultad para pensar de forma reflexiva al hacer que la amígdala en el cerebro bloquee nuestro córtex prefrontal (el famoso «secuestro amigdalar», según Daniel Goleman) y nuestra toma de decisiones, nuestros pensamientos más racionales se esfuman, y nuestro cerebro se convierte en un tablero de ajedrez, o blanco o negro.
Y no sólo disminuimos la capacidad en la toma de decisiones, sino que una amígdala hiperactivada, disminuye nuestra alta capacidad de empatía, bloqueándola cuando sentimos mucho estrés.
En estas situaciones funcionamos en «MODO MIEDO»: lucha o huída.
Si mi cuerpo quiere huir, no puedo pensar.
Si mi cuerpo se prepara para la lucha, no puedo pensar.
REACCIONO
Es por eso que nos sorprendemos a nosotros mismos siendo incapaces de ponernos en el lugar del otro cuando estamos tan estresados.
Parecemos «insensibles» y que nos da igual todo, pero lo único que estamos haciendo es buscar un refugio seguro donde calmar nuestro miedo.
CUANDO FUNCIONAMOS en situaciones de estrés, situaciones emocionalmente muy intensas, o estamos ya muy des-regulados:
NECESITAMOS MÁS TIEMPO PARA PENSAR, YA QUE PROCESAMOS DE FORMA MÁS PROFUNDA LA INFORMACIÓN.
Cuando no se puede analizar la información con tranquilidad y realismo,
analizar la información teniendo en cuenta los datos,
se pueden tomar decisiones extremas para escapar del miedo y el malestar,
por tener la sensación de tener que decidir con rapidez.
NECESITAMOS UN ESPACIO EN CALMA, DONDE NO HAYA DEMASIADA ESTIMULACIÓN QUE PUEDA ABRUMARNOS Y BLOQUEARNOS POR COMPLETO.
Esta reactividad en situaciones de estrés o cuando no estamos regulados a nivel de estimulación y de emociones, es una de las causas, de que con frecuencia, las PAS sientan mucha ansiedad y tristeza.
Esa incapacidad para poder tomar decisiones adaptativas, equilibradas, medidas, inteligentes, especialmente en situaciones que lo requieren y que aparentemente no son tan complicadas,
hace que los sentimientos de baja autoestima se incrementen, queriendo demostrarse a sí mismas que son personas válidas,
incrementando el PERFECCIONISMO ya de por sí intenso, provocando:
la vigilancia extrema a los detalles para no cometer otro error,
la sobreprotección y preocupación excesiva por posibles consecuencias negativas,
y la empatía extrema o HIPEREMPATÍA donde se anula la capacidad de autocuidado y el foco se centra en el sufrimiento ajeno.
Como suelo explicar a las personas a las que acompaño,
sacamos el látigo y nos fustigamos para HACER «LO QUE se supone que TENEMOS QUE HACER»,
convirtiéndonos en esclavos de nuestra propia mente.
Este es uno de los aprendizajes clave para las PAS dentro de sus competencias a desarrollar.
Conseguir ser capaces de
equilibrar nuestra OCUPACIÓN
sin (PRE)OCUPARNOS o (DES)CONECTARNOS demasiado,
y nuestra ENERGÍA,
sin llegar a volvernos extremos,
entrenando nuestra paciencia
y flexibilizando nuestras creencias sobre que:
ES IMPOSIBLE SER PERFECTO SIEMPRE.
ES IMPOSIBLE SER SIEMPRE CAPAZ DE LLEGAR A TODO Y DE HACER TODO.
PODEMOS EQUIVOCARNOS Y NO ACTUAR CON LA RESPONSABILIDAD NECESARIA EN DETERMINADOS MOMENTOS, especialmente
cuando estamos estresados.
Y si esto pasa, no somos malos, imperfectos, incapaces ni irresponsables.
SOMOS HUMANOS,
SERES HUMANOS ALTAMENTE SENSIBLES
a todas las necesidades propias y del mundo,
PERO HUMANOS, al fin y al cabo.
¿Alguna vez te habías planteado que esta forma de REACCIONAR también sucede en ti?
¿Eres consciente de este tipo de comportamientos compensatorios en tu vida?
¿Qué haces para llegar a tomar decisiones más equilibradas?
¿Has conseguido ver las cosas más grises y dejar de pasar del blanco al negro de forma frecuente?
ESTE ES EL MOMENTO DE PASAR A LA ACCIÓN
Si sigues pasando de un extremo a otro,
del negro al blanco o viceversa,
si te cuesta encontrar el punto de equilibrio,
no dudes en solicitar una sesión conmigo,
donde podré resolverte las dudas e informarte sobre si puedo acompañarte en tu caso concreto.
PUEDO ACOMPAÑARTE A DESCUBRIR LO QUE ES VIVIR EN EL EQUILIBRIO,
EN EL GRIS.